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25 septiembre, 2023
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Las Temibles rabietas

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Ayer fue uno de esos días en los que desde que te levantas, ya te quieres volver a acostar. Esos días en los que te gustaría cambiar los papeles y poder volver a ser bebé, cuando todo era dormir, comer y jugar. Sin rabietas de tus hijos en el horizonte. Sin más.

A las 7 en punto arriba, con el despertador martilleando y yo con un estupendo dolor de cabeza. Empezamos bien el día. El pirata no quiere desayunar y la princesa ha decidido que es más divertido jugar con el bolso de Dora Exploradora, que hacer caso a su madre. Bien, hijos bien; así me gusta, contribuyendo a la armonía familiar.

La entrada en la guardería es entre las 9 y 9,30. A las 9,31, tengo que meter la punta del pie en el hueco que queda entre la puerta y la pared, para impedir que se cierre en mis narices.

¿De verdad llevo algo más de dos horas levantada?  Pues sinceramente, no me lo explico, porque tengo el cuerpo como si me hubiera ido de juerga toda la noche. Casi me da un infarto cuando veo que son las 9,15 y los trastis han decidido  que ahora se llevan tan estupendamente bien, que hacen sus necesidades a la par. Perfecto ponerse a cambiar pañales, cuando ya estamos todos sentados en el coche  y a puntito de arrancar.

Para no ir decayendo, la princesa decide, luego de estar todo el año en el cole sin ningún problema, que hoy no le da la gana de darme tregua; y monta una escenita de las buenas agarrada a mi pierna cuando la seño le dice buenos días.  Y lo mejor estaba por llegar.

A partir de ahí, me quedan una horitas sin los trastis, pero de relajarse nada ¿eh?  Compra semanal, 3 lavadoras, plancha, limpieza general, dejar hecha la cena de los niños, trabajar un rato en mi proyecto personal… Si alguien se atreve a decir que solo soy ama de casa, no respondo de mí.

Hasta que llega la hora de recoger de nuevo a los trastis. Un rato en el parque con la princesa protestando por casi todo. ¿Pero qué le pasa a esta niña que lleva a tales extremos la inconformidad?. ¿La habrá abducido un grupo anti sistema y yo no me he enterado?. Creo que su nombre  debería ser princesa enfaditos. Solo princesa, a veces, no le va demasiado a mi niña. Esto es más real.

Y aquí empieza el culmen de tal día desastroso. El hit parade del día. El no va a más. La vuelta del parque al coche es brutal. Me extraña que hoy las redes sociales no hablen del asunto y el periódico local no haga mención alguna. Lo que estoy segura, es que ha quedado en la memoria histórica de aquellos que pudieron ver tal espectáculo. Aunque no se, desde fuera, si se tenía muy claro quién era la victima; si una niña de dos años gritando a pulmón lleno en mitad de la calle, o una madre con la cara descompuesta y los pelos de loca.

La princesa decidió que  estaba cansada y no quería andar.

-Acitos, mami, acitos (bracitos mami, bracitos).

Pero yo, su santa madre, llevaba al pirata con una mano, las cazadoras de los dos con el dedo meñique; colgadas del hombro, sus dos mochilas del cole y en la otra mano una bolsa de cosas que había comprado en la farmacia. Pero la princesa, seguía insistiendo.

-Acitos mami.

Empiezo con la táctica de hablar suave y con autoridad.

-No cariño, mamá no puede cogerte que va muy cargada y pesas mucho. Además tú ya eres mayor.

No cuela. A ella realmente le importa poco lo que le estoy contando. No quiere andar y tiene claro su objetivo. Que la coja en brazos. Se esta gestando la temible rabieta.

Bueno, pues ahí empieza un duelo a muerte entre una niña de dos años y su madre. Yo misma.

Lo que viene a continuación, son veinte minutos infernales que no se los deseo ni a mi peor enemigo. Mi hija tirada en el suelo, gritando tal cual la estuvieran matando;

-Acitoooos, acitooos!!!!.

Y yo intentado que se levante y que ande. Tres pasos y al suelo de nuevo. El pirata mirando a su hermana y diciéndole bien clarito con el dedo índice acusador:

-Mu maaaal tuuuu. (Muy mal tu).

Si hijo, apoyando a tu madre; pero no le des coba a la niña, que eso le falta.

Yo pensando que pasa con el tele transporte que nadie lo inventa, con lo necesario que es para la humanidad en general y las madres en particular.

La gente pasa a nuestro alrededor y nos mira. Nos mira mucho. Otros se cruzan de acera para no pasar por nuestro lado, que tampoco es eso, señores;   que esto no contagia y que vale que no es su mejor momento, pero cuando mi niña esta a buenas, es un amor.

A mí la táctica de hablar suave pero firme, se me ha olvidado. Me acuerdo de supernany  y toda su familia. Con lo fácil que parece en la tele y a mí lo único que me apetece es salir corriendo. O  revolcarme por el suelo como ella.

Así todo un trayecto interminable. Poco a poco vamos avanzando y llegamos al coche; que en este caso, ya no es un coche; es el maná, el refugio del guerrero, el hogar en navidad. Jamás he querido tanto a ese amasijo de hierro con ruedas. Con los trastis en sus sillas, me coloco en mi asiento y respiro hondo. Estamos los tres callados. Tanta intensidad nos ha dejado agotados.

Y entonces pasa. Eso que te recuerda que a pesar de todo, ser madre es maravilloso. Eso que te recuerda que por mucho que quieras salir corriendo de vez en cuando, no tardarías en volver. Le doy un poco de agua al pirata. Luego a la princesa. Cuando ella termina de beber, me ofrece la botella para que la guarde y dice:

-mami  wapa (mami guapa).

Si, tiene un morro que se lo pisa. Me ha llevado hasta los límites de la cordura en un rato; pero ahora mismo, lo único que me apetece, es darle un achuchón. Quiero creer que es su manera de pedir perdón.  Poniendo cara angelical y dedicándome una carantoña. Con dos años le sobra energía para esto y más; pero a mí, a mi edad, tanta intensidad, lo único que me provoca es un cansancio infinito.  Y lo peor es que creo que ella lo sabe…

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